Celebramos el poder de los videojuegos para transportarnos a otro mundo o a paisajes que, sorprendentemente, nos resultan muy familiares. Por eso, te invitamos a redescubrir Colombia a través de la lente de tus títulos favoritos. Porque entre montañas, selvas, costas y ciudades, hay rincones del país que podrían estar en la portada de cualquier juego de aventura.
Desde las tierras místicas de God of War Ragnarök hasta las ruinas escondidas en Uncharted: The Lost Legacy, muchos de los títulos más icónicos comparten atmósferas, paisajes y energías que evocan la diversidad geográfica de Colombia.

Las montañas del Eje Cafetero, con sus valles verdes y niebla densa, bien podrían confundirse con los escenarios helados y épicos de los nueve reinos que Kratos recorre junto a Atreus en God of War Ragnarök. La conexión con la naturaleza, el silencio de los bosques y la fuerza del entorno nos hacen sentir que esa aventura también podría comenzar aquí.
Las ruinas ocultas entre la jungla en Uncharted: The Lost Legacy nos transportan a lugares como el Parque Arqueológico de San Agustín o el corazón del Tayrona, donde la historia se esconde entre raíces, musgo y templos olvidados. Es fácil imaginar a Nathan Drake —o a Chloe Frazer— cruzando puentes colgantes en la Sierra Nevada o descubriendo secretos milenarios entre la piedra y la selva.
The Last of Us Part II, con sus carreteras invadidas por la vegetación, sus cielos nublados y su sensación constante de supervivencia, evoca las selvas húmedas del Chocó biogeográfico: paisajes llenos de tensión, belleza salvaje y una naturaleza que lo envuelve todo. Cada escena del juego podría desarrollarse entre los bosques que bordean ríos como el Atrato o el San Juan.
Incluso títulos como Horizon Forbidden West, con sus entornos selváticos, costas majestuosas y arquitectura ancestral, encuentran ecos visuales en nuestro Caribe y Amazonía. Las ruinas tecnológicas y los parajes vírgenes de este universo postapocalíptico podrían haber nacido en medio de la Sierra de la Macarena o a orillas del Amazonas colombiano. La conexión con la tierra, la biodiversidad exuberante y la sensación de descubrimiento constante hacen que Colombia y el mundo de Aloy compartan más de lo que imaginamos.