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La selva y la lluvia

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Río, selva, lluvia, campo, ciudad, música, silencio. En esta obra del escritor chocoano Arnoldo Palacios se siente cada paisaje, cada recorrido y las miradas de sus protagonistas, que van contando la historia de nuestro país, con situaciones que reflejan las condiciones de desigualdad, no solo por estratos sociales, sino las brechas de las regiones y cómo la ideología política permea en las personas para que tomen partido.

Es una novela rica en tradiciones y un lenguaje en el que deja entrever la identidad de la familia de Pedro José : “¾Pedrito, m´hijo, merite er pantalón ¾dijo la madre, liberando un suspiro, prolongado, victorioso”, y de varios de los personajes, que rebelan su autenticidad: “Mijo querido, emo sentiro un placé tan grande ar sabe cás entráo ar colegio Carrasquiya, Los ace farta palabra para espresáte ese placé que los llena el corazón… Diós meriante llegarás a sé un hombr utí pa nuestra patria. Tenemo la fe que no cerramo lo ojos ante de velte graruaro”.

Y es que el anhelo de Pedro José de no ser analfabeta sino estudiar para convertirse en un profesional es uno de los deseos que lo lleva a abandonar su humilde casa, que evidencia la pobreza de los campesinos que trabajaban en la mina: “Comía poco, muchos días casi nada; se la pasaba, por ejemplo, con cinco centavos de bananos maduros”.

En La selva y la lluvia, el lector puede trasladarse al Chocó, con sus ríos Atrato y San Juan, luego pasar a Bogotá, con sus calles en el centro, conocer el ambiente de los que trabajan en el ferrocarril, imaginar la zona norte, el tranvía y, luego, conocer el ambiente de los Llanos Orientales, con sus paisajes, mientras también se entretejen los anhelos de quienes reclaman sus derechos frente a quienes ostentan el poder político y económico, lejos de imaginar una posible rebelión de la clase obrera.

Otro de los elementos fascinantes es la comida. Ese sabor del Pacífico con el chontaduro, plátanos, pescado, y luego del interior con sopas, arroces, papas, y de los llanos con la ternera y asados, y en todo el país el café y el chocolate, y cómo la abundancia se contrasta con la pobreza, pero el compartir no deja de ser una manera de reafirmar la familia.

El Bogotazo tiene especial descripción con un detalle visto desde los estudiantes y los trabajadores que luchan, mientras los políticos y abogados ¾refugiados en la ley¾ no escuchan las reclamaciones hasta que se desata este hecho histórico del asesinato de Gaitán, que cambió la vida del país y que no solo se vivió en la capital, sino que en las regiones comenzaron las emancipaciones.

Arnoldo Palacios resalta la raza negra con sus tradiciones y cultura, pero hace evidente el racismo, la explotación y la falta de oportunidades: “Estudia, Luis, ese es mi consejo. Nosotros los negros hemos nacido ya, peor que nadie, sujetos al infortunio. Si nosotros no llegamos a alguna parte por nuestro propio y único esfuerzo, nadie nos da la mano, al contrario, se nos trata de hundir.”

Es de anotar que Arnoldo Palacios nació el 20 de enero de 1924, en Cértegui, Chocó y murió en Bogotá, el 20 de noviembre de 2015.

Las estrellas son negras, cuyo manuscrito original se quemó en los incendios de abril de 1948 cuando asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán, es su obra más conocida. Gracias a un decreto del gobierno colombiano, y debido al éxito de dicha novela, en 1949 se fue a Francia, con una beca en Lenguas y Literatura en la Universidad de la Sorbona. A partir del Congreso Internacional para la Paz realizado en Varsovia en 1950, al que fue invitado en representación de Colombia, fue perseguido durante décadas por Europa del Este, hasta que fue acogido en Polonia, primero, y luego en Rusia, durante casi diez años, viviendo como una suerte de poeta maldito, sin domicilio fijo ni dinero para vivir. Aprendió trece idiomas y tradujo poetas de Rumania, Polonia, Italia, Francia, entre otros. Después de muchos problemas con su documentación pudo regresar a Colombia. En 1974 conoció a Beatriz, su esposa, con quien regresó a Francia y tuvo cuatro hijos.

En Seix Barral se publicó su extensa novela Buscando a mi madredediós y La selva y la lluvia, una obra para conocer parte de la historia de Colombia, de las tradiciones, con cantares, coplas, poesía y sueños de un pueblo que lucha por su libertad y por acabar con la polarización y el olvido del Estado de esas regiones ricas en biodiversidad y cultura, pero alejadas de la inversión y el desarrollo.

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