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Entrevista, “Con las encomiendas hay un gesto de amor…”

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Margarita García Robayo se ha convertido en una voz auténtica y con un estilo propio que no busca ser “políticamente correcta” sino jugar con el lenguaje, tanto visual con sus imágenes potentes en los textos, como por la manera de narrar.

Esta escritora colombiana pero residente en Argentina, presentó en Hay Festival Cartagena, su reciente novela “La Encomienda”. De su proceso de creación, sus pensamientos y sus obras, dialogó con TintaTIC.

TintaTIC: Va a cumplir 20 años viviendo en Buenos Aires, Argentina. ¿Ese exilio le ha servido para enriquecer la escritura?

– ¿Cómo me ha enriquecido? De muchas maneras. Creo que la distancia te hace ganar mucha perspectiva de aquello que estás mirando. Uno se va, pero siempre termina como mirando indefectiblemente el origen; tiene que ver con el lugar del que salió, con su tierra, con su familia, con su fin, todo eso que de algún modo te marcó en el primer tramo de tu vida y, claramente es mi caso. Todos mis libros tienen que ver con mi origen, con mi ciudad, con mi región, con mi país, y creo que haberme ido hizo que ayudara a mirar un poco más de lejos y pudiera definir mejor el contorno de aquello que quiero contar, o sea, identificar mucho mejor mi objeto de escritura.

TintaTIC: Y en ese momento de escritura, hay un estilo marcado y es buscar esa identidad y “transgresión del lenguaje”, o esa nueva manera de contar y de narrar.

– No sé qué decir exactamente sobre eso, porque creo que como uno escribe tiene muchísimo que ver en cómo uno mira.

Para mí un escritor tiene que trabajar, más allá de la escritura en términos técnicos, en su mirada. Creo que a un escritor lo define su mirada: cómo mire una persona, dónde pone el foco, y cómo están fijados en determinados temas.

A veces me dicen que mis libros siempre huelen a algo y siento que es verdad, pero es algo que yo no te puedo explicar porque siento que tiene que ver con cómo miro al mundo, cómo transito por el mundo, y es que claramente el nivel de los sentidos me moviliza de alguna manera, entonces para mí, más que la escritura siento que lo que marca a un escritor es cómo mira y qué mira y creería que también esos recuerdos de las miradas que tuvo previas, también lo marcan.

TintaTIC: En “Primera Persona”, por supuesto te referías a esa palabra. Es una mirada que va en el inconsciente al recuerdo, a la memoria y se dice que en tus otras, por ejemplo, “El sonido de las olas”, hablas de lo que fue la infancia, la adolescencia, los paisajes, pero ahora en la obra “La encomienda”, por primera vez estás hablando de un presente y un futuro. Entonces ahí ya no es la mirada de la memoria sino quizás lo que vives y lo que piensas en ese mundo de ficción. Cuéntanos, ¿cómo ha sido este tránsito de la memoria y la mirada del pasado y la construcción de un presente y un futuro?

– Sí, totalmente. Definitivamente creo que es como un momento de transición en este sentido, porque todas las novelas anteriores, en particular de las tres novelas cortas que están compiladas en “El Sonido de las Olas”, que se recrean y se regodean bastante, hablaba del origen de la infancia, de la crianza, de la familia, de las caras familiares, mientras “La Encomienda”, quizás es como el momento en que una mujer adulta se plantea cómo es mi historia, pero no como para recapitular o para volver a pensar sobre ella, sino como para ver cómo sigue, cómo poder construir, sin tener claro o resuelto ciertos temas del pasado, sino que el futuro no es posible si tienes un pasado y un presente confuso, entonces el punto de esta narradora es cómo hacerse un montón de preguntas acerca de eso que no tiene claro, que tiene que ver con su historia personal, su historia familiar, su origen, para podar (sin que lo sepa siquiera), pero cómo visualizar una posibilidad de futuro un poco más limpio y, si bien la maternidad no es el tema central, digamos como hija o como potencial madres, cómo te puedes despojar de todo eso que supuestamente te afectó y de lo que no tienes claridad acerca de tu pasado.

Allí digamos recibir esa caja gigante es como lo que representa eso de lo que ella se quiso despojar o quiso abandonar pero que lógicamente uno no puede hacer eso, uno no puede imputarse el pasado ni el origen ni a la madre ni a los familiares ni nada eso, es algo que te persigue y que va a estar ahí siempre, por muy distraída que uno se sienta, en algún momento de la vida, te volteas y ahí están.

TintaTIC: Hay muchos silencios en “La Encomienda”, pero una pregunta que se hace es dónde comienza y dónde termina ese lazo filial y cómo hay momentos en que tienes que hacerlo consciente, en la relación con su hermana. ¿Cómo ha cambiado esa relación familiar y cómo abordas ese statu quo de qué es una familia, qué es una sociedad, a través de la literatura?

– Creo que la literatura te da la revancha; la literatura como género, como fenómeno sonoro, como escritora y como lectora, te da la posibilidad de subvertir esas versiones instaladas, esos mandatos que se dan por sentados, como “una familia es esto y aquello”, una familia, una sociedad, un mundo, una historia es esto o aquello, y en la literatura tienes la posibilidad de plantear otra versión y allí es donde posiblemente quiero subvertir esta versión y me planteo inventarme una propia y tratar de poner en cuestión aquello que en la vida real ni se plantea como un cuestionamiento y, entonces, esa dimensión de la literatura me interesaba explorarla en “La Encomienda”.

TintaTIC: Retomando el tema de los sentidos, siento que por ahí va un poco la construcción literaria cuando mencionas que en una de las cajitas de la encomienda vienen unas cocadas.

– Sí, absolutamente. En esta sociedad, en el Caribe y, en general, en Colombia, siento que absolutamente todo pasa por la comida para mostrarte afecto: “¿no quieres más?, ¿no te gustó?, come más”, y las encomiendas representan eso.

Las encomiendas suelen ser una caja saturada de cosas que no necesitas, pero que alguien se empeña en mandarte porque es un modo de decirte que “te recuerda con cariño”, “que acá estamos”, “esta es tu casa”, “esto es lo tuyo” y es como un gesto muy bonito, si se puede realizar simbólicamente hablando, porque en la práctica, a mí me pasó muchas veces que mi mamá o mi familia mandaban con alguien una bolsa con pulpas de fruta, queso campesino, quesito pera, bocadillo, pero esas cosas no soportaban el viaje, la mayoría ni servía, salvo el gesto de decirte “nos acordamos de ti”. En el fondo, con las encomiendas hay un gesto de amor.

En la novela hay muchas cosas dichas por la narradora pero no todo lo que ella dice me suscribe; las relaciones familiares, parentales y las relaciones en general, entre los humanos, están como circundadas por brechas de incomprensión, es decir, realmente creo que la comprensión tal como uno la tiene idealizada, no es posible entre la especie, pero también pienso que en el amor y el afecto filial no hace falta, o sea, uno no tiene por qué entender a la mamá o entender al hijo o a la hermana para quererla, es decir, “¿cómo puede prevalecer el amor a pesar de la incomprensión?” y es un poco lo que lo que esta novela intenta decir, por muy cruda y muy fría que sea, creo que en el fondo viene como con algún tipo de encomienda o de mensaje de reparación, o sea, se puede reparar lo dañado, aún cuando no lo entendamos, creo que que esa es la parte que a mí me gustaría también rescatar: no hay una moraleja, por supuesto, y no es como un atardecer y mariposas volando, pero creo que subrepticiamente hay algo ahí, sobre la ternura y el cariño que se le tiene al otro, aun cuando no lo entiendas y no tengas la esperanza de entenderlo nunca.

TintaTIC: Para finalizar, acabas de mencionar la ternura y comprensión hacia el otro, pero hay otra relación en particular y es la “relación entre madre e hija”. ¿Cómo logras develar lo que es esa definición de madre e hija y lo que piensas que va a ser ese futuro de hija?

– Es la pregunta más difícil porque creo que es de las relaciones más complejas que existen, no “madre e hijo”, sino “madre e hija”, porque creo que a uno se le olvida que la madre tiene una dimensión más y es ser una mujer y cuando le dices “es mujer” realmente la manera de relacionarse, en ese nivel de cercanía, es muy compleja y es muy particular, pasan muchas capas de significado en esa relación y es inabordable.

Ayer contaba una anécdota y es quizás la primera imagen que tú ves en “La encomienda” cuando mi mamá me fue a visitar a Buenos Aires y, como toda madre, hace cosas muy pequeñas- y yo seguramente hago un millón de cosas pequeñas- que a ella le molestan y viceversa, y una de esas es que “sobre actúa el peligro”. Sucedió al cruzar una calle y ellá empezó a apurarse, a trotar, y yo me quedé como por qué trotas y podría haber empezado a irritarme y decirle que es una ciudad grande, pero ella me enseñó cuando era niña a cruzar calles, así que la miré y me dije es una mujer grande, viene a visitarme, yo tengo que asumir mi lugar de adulta responsable, y decirle, dame el brazo que te ayudo a cruzar.

Crecer significa, de alguna manera, aprender a transformar esa irritación infantil, en ternura, o sea, es una mujer grande, me necesita, es mi mamá, le ayudaré. Hasta como que siento que de esa relación de madre e hija, pasa mucho por la madurez de la hija, y decir bueno, la madre es así, entonces hay una parte de la hija que tiene que entender que no es tu lugar seguir gritándote por lo que hace tu mamá; es tu lugar de ser un adulto y decir mi mamá necesita y deberé hacerme cargo.

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