Gloria Cecilia Díaz, escritora nacida en Calarcá, Quindío, pero radicada en Francia, ha construido una carrera literaria, manteniendo un profundo vínculo con nuestro país.
En una reciente entrevista con TintaTIC, a propósito de la publicación de dos títulos por parte de Panamericana Editorial: El sol de los venados y El valle de los cocuyos, la autora reflexionó sobre su trayectoria, la importancia de la literatura infantil y juvenil, y su visión de la lectura en Colombia y Francia.
La distancia geográfica, en cierta medida, le ha permitido una mayor objetividad histórica y una mejor construcción de memoria. Dijo que sus raíces colombianas son la fuerza impulsora de su obra, que se centra en la vida rural, las leyendas, las tradiciones y retrata la belleza de los paisajes.
A pesar de su amor por Francia – país que la acogió, donde creció literariamente y del cual se enamoró – Díaz afirma que si fuera joven, no se iría de Colombia. Su partida, en una época en que el país atravesaba una situación difícil, se debió en parte a la necesidad de seguir estudiando (obtuvo licenciatura de Lenguas Modernas) y aprender francés, un objetivo que logró en solo seis meses. “Tengo la fortuna de tener un país que me vio nacer y que adoro con mi alma y que cada vez me parece más bello, como es Colombia y me siento orgullosa de serlo, pero vivo en Francia y allí también me enamoré de su cultura de su gente, de su historia, allí nació mi hija y tengo mi familia. No sufro por debatirme entre cuál país prefiero. Amo a los dos, pero siempre mis raíces serán colombianas”.
En ese sentido, destaca la diferencia cultural entre Colombia y Francia en cuanto a la lectura. Mientras el promedio de libros leídos anualmente por un colombiano es de dos, un francés lee 24. Esta diferencia, palpable desde la infancia, se refleja en la importancia que se le da al libro como regalo en Francia, algo que, según Díaz, ha ido cambiando en Colombia, aunque la brecha sigue siendo significativa.

Gloria Cecilia es una de las pocas autoras latinoamericanas seleccionadas en la prestigiosa publicación 1001 libros que hay que leer antes de crecer, de Grijalbo, 2010. Con Panamericana Editorial ha publicado, además, El árbol que arrulla, Eliador y el viaje de regreso, seleccionado para el catálogo White Ravens en 2022 y para la exhibición y el catálogo de la Bienal de Bratislava, 2023, Dalí, dulce bandido.
Sus obras han logrado trascender fronteras y fue la primera escritora colombiana de literatura infantil publicada en España. Sus libros se han traducido a varios idiomas como alemán, catalán, coreano, francés, griego, italiano y portugués, pero ella privilegia la lengua en español, aunque tiene dos cuentos escritos en francés.
Tengo el recuerdo de que cuando se tradujo El sol de los venados al alemán, la traductora me decía, esto no tiene nada que ver con una infancia alemana. Luego estuve en un liceo en Basilea, con alumnos de penúltimo año de bachillerato que habían leído El sol de los venados en español, y para ellos fue muy chévere conocer cómo era una infancia de una niña en América Latina, tan lejana a su forma de existir o de concebir el mundo.
La calidad de sus obras han sido reconocidas en varias oportunidades. El premio internacional Barco de Vapor por “El Valle de los Cocuyos” (1985), en una época en la que apenas tenía recursos, fue un punto de inflexión en su carrera. Luego, obtuvo el segundo premio del concurso El Barco de vapor por El sol de los Venados, que fue publicada en 1993. Este premio, junto a otros reconocimientos como el segundo premio nacional colombiano de literatura infantil “Rafael Pombo” (1983) y el Premio Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil, otorgado por Ediciones SM de Madrid, el CERLALC, la OEI, el IBBY y la UNESCO (2006), le han abierto puertas en el mundo editorial.
De hecho, el más reciente es la nominación al Alma 2025, por su amplia trayectoria y porque sus cuentos infantiles, novelas y poemas han acompañado a varias generaciones de lectores.
Díaz comenta que los premios le han dado visibilidad y le han abierto oportunidades. Su método creativo, que consiste en dejar que la historia surja de forma natural, sin estereotipos preconcebidos, ha sido clave.

La importancia de las ilustraciones en sus libros es también fundamental, considerando que estas ofrecen otra forma de interpretar la historia, sin embargo da libertad al ilustrador y solo hace aportes cuando considera que pueden potencia la obra.
Díaz considera que sus libros, aunque publicados, siguen siendo parte de ella, comparándolos con sus hijos. Su motivación para escribir no es la búsqueda de reconocimiento personal, sino el deseo de que sus libros sean apreciados por los lectores.
Su pasión por la poesía, presente desde los seis años, se refleja en la belleza y emotividad de sus obras, donde la emoción prima sobre la razón.
En esa línea comenta: “Yo pienso que nosotros no somos seres de razón, somos seres de emoción. Y si lo que yo escribo no me emociona, yo sé que no sirve. Entonces, no es mi cabeza la que decide, sino mi corazón el que decide”.
Díaz no evita temas difíciles como la muerte y la depresión, considerando que es importante hablar de la realidad a los niños, sin ocultarles las emociones complejas de la vida. “A veces siento que los niños en Colombia están sobre-protegidos. Si un abuelo o un familiar están enfermos o mueren, les ocultan por el deseo de no causarles dolor. Y al contrario, la muerte es lo único seguro que tenemos. Deberíamos hablar de ella como en México con las tradiciones de las calaveras y el día de los muertos, o como en las Antillas, donde, desde que nace un niño, se piensa en pagar su ataúd. Todos los niños sufren. Y van a sufrir, incluso más, si les ocultan las cosas”.
Finalmente, Díaz atribuye la vigencia de sus obras a la labor de las editoriales, la promoción, los colegios y los padres, quienes contribuyen a mantener sus libros vivos a través del tiempo.
Actualmente, trabaja en una novela que transcurre en Francia, España y Colombia. Su mensaje final a los lectores: “Grandes y chicos: lean. No hay cosa más linda que leer. Hay muchas maneras de contribuir al mundo y a la sociedad y no hay que armarlo más, sino al contrario: desarmarlo a través de las historias, de la literatura, los libros”.