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Historias grandes, para chicos pequeños

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Gerardo Meneses Claros:

Historias grandes, para chicos pequeños

Pitalito no es solo su lugar de nacimiento sino el pueblo al que hace un homenaje en su reciente novela juvenil “El último viaje de Bashir”, y que nació durante la pandemia, cuando en una de las tardes de encierro, luego de ir a la escuela y regresar a Casa Grande, Gerardo Meneses Claros, miró en el álbum familiar fotos y encontró el circo en varias de ellas.

“Era una deuda con el pasado; siempre quise escribir de mi pueblo, donde tuve una infancia, no idílica, pero sí bonita, elemental, donde andábamos en bicicleta, íbamos al río, con una casa grande, y aunque había problemas, nunca faltó nada gracias a Dios”.

El autor huilense continúa: “Fue recoger muchos recuerdos y, además, mostrar el Pitalito viejo, del cual ya queda muy poco, porque se ha urbanizado, de hecho el teatro Laboyos, ya no existe; el almacén Suyo, tampoco; el callejón de la Normal ahora es la Avenida del Estudiante, pero ha sido muy lindo devolverse en el tiempo”.

Y es que hubo una época en la cual en varios pueblos de Colombia, la llegada del circo era todo un acontecimiento y Pitalito no fue ajeno a ello. De hecho, así inicia la obra. “A Pitalito llegaba el circo dos veces al año. Venía en marzo y en octubre. Bueno, aclaro, en marzo llegaba uno y en octubre otro… solo había un personaje que los hacía diferentes: el mago Bashir”.

Meneses cuenta con alegría ese hecho, no solo imaginado sino vivido. “Al pueblo llegaba un circo y pasaba por el frente de las casas, hacía un recorrido por las calles destapadas y era la gran atracción, pues en el pueblo chiquito solo había un par de televisores y un teatro. El personaje que más nos impresionaba era un mago y si él estaba 15 días, nosotros íbamos al menos tres veces a ver el mismo circo, y cuando a él lo anunciaban decían “El extraordinario, el único – y sonaba una música de fondo- salía un hombre totalmente distinto a nosotros; él era de la barbilla levantada, nariz torcida y vestía una capa roja y negra, y enfatizaban que venía desde Persia, un nombre que no conocíamos, y para nosotros él hacía unas cosas mágicas, y apelando a ese recuerdo surge esta novela”.

No obstante, el literato de la Universidad Pedagódica, y egresado del Taller de Escritores de la Universidad Central, confiesa que dudó. “Aunque quería escribir una historia sobre Pitalito, nunca lo había hecho porque era un temor de verme como regionalista, muy local, y a eso le tenía miedo, pero la realidad es que la obra salió, trascendió y hoy estamos viendo una historia de recuerdos, del Pitalito viejo, como de finales de los ochenta, pero que ha llegado a los niñós y jóvenes que están interesados en el mago Bashir”.

Y así, con la pasión de contar esta nueva historia, también lo ha hecho con sus más de 20 obras a lo largo de su carrera, que inició cuando fue maestro durante dos meses por una licencia, y encontró que en la escuela no había libros. Entonces, comenzó a escribir cuentos a los niños y se los leía sin que ellos supieran que era un texto original.

“Les hacía las hojitas a máquina, luego se las fotocopiaba, y había muchas veces en que los niños decían tan lindo, otras decían qué niño tan tonto y así logré acercarme a su lenguaje y forma de ver la vida. El primer cuento quedó abierto y me preguntaron qué seguía y así cada mañana continuaba con nuevas historias, luego de llegar al campo y el libro tenía una magia y era que el personaje pasaba a un mundo mágico, encantado, a través de una tapia -en realidad Casa Grande de mis papás-, y cuando ya se fue acabando el tiempo de terminar la licencia en la escuelita le fui dando final. De esa primera experiencia, nació el libro que gano el premio con Fomcultura”.

En esos primeros años, una gran parte de su obra estuvo basada en las historias de la escuela como: “Los chicos malos tienen buenas historias”, “Tato y y Carmela”.

“Tuve el gran apoyo de los niños para poder escribir y trataba de subirme al nivel de ellos para para poder alcanzarlos, porque ellos son espontáneos, abiertos, sinceros, buenos y crueles en momentos, pero son ellos”.

De la realidad del país

Con 20 años como maestro, porque se enamoró del oficio, se fue nutriendo de esas historias y llegó una nueva etapa en su vida.

“Fue un encuentro duro. Educar me había propuesto ir a Mocoa y tenía una agenda muy fuerte; de Pitalito a Mocoa fuimos en camioneta por unas tres horas y la primera imagen que vi al llegar a Mocoa fue una pareja muy joven con un niño y un perro, pero en su mirada había desazón y tristeza. La mirada del niño entre asombro y tristeza me conmovió”, relata.

“La imagen nunca la pude olvidar y me dolió mucho. Como tuve un tiempo libre en el hotel antes de la conferencia, salí a dar una vuelta, a conocer, y me los volví a encontrar; solo estaba el papá y el niño y apareció mi espíritu de escritor; aceptaron un desayuno y compartir la historia. Escuchar el relato del niño fue duro y oculté mis lágrimas, y él decía por ejemplo, a esta hora deben estar en recreo, hoy tenemos que entregarle a la profesora la tarea, y y al querer cambiar de tema, le pregunté cómo se llamaba su perro y se puso triste, porque dijo que en la salida se les había quedado la gatica, la yegua, siguió hablando. Fue desgarrador. Tuve que regresar al hotel para la conferencia, me tocó respirar profundo y hablar de la novela “los chicos malos” y tuve varias sesiones y al finalizar el día fui a buscarlos pero no los encontré”, comenta con sinceridad, pues comenta que ese hecho le sirvió para reflexionar y sentirse incómodo. “Me pregunté por qué he sido tan indolente y tan indiferente a esta realidad, y siempre he escrito libros donde mis niños tienen casa, papá, mamá, escuela. Tomo la decisión y empiezo a recorrer el país en zonas de conflicto en esos territorios como Putumayo, Caquetá y Cauca, siempre con la intención de encontrar al niño y nunca lo encontré, pero fue año y medio de conocer, regalar libros que me daban las editoriales”.

Sobre cómo ingresar a esas zonas, el escritor comenta que tuvo que pedir permiso a la guerrilla, a quienes les contaba que era escritor, les mostraba los libros y les decía que iba a escuelas de las veredas y así fue empapándose e investigando sobre esta realidad, donde todo se acumulaba en su mente, pues no le permitían llevar celulares, ni grabadora e iba en bus, lanchas para atravesar ríos, y caminatas para subir a las montañas.

Entre los meses de julio y septiembre escribió sus libros antes de un viaje a Barcelona, que tendría en octubre, lo dejó en el papel porque es un escritor que aún escribe a mano y luego pasa y corrige en el computador, y cuando regresó de Barcelona, envió su obra a Barco de Vapor y ganó. “Se me quebraba la voz recibiendo el sobre, porque yo decía voy a hacer visible a través de la literatura algo que está ahí, necesitamos hablar de eso”.

Vino el proceso de paz y el gobierno implementó los diálogos e invitaron a varios escritores a acompañarlos a zonas de conflicto. “Fue un regalo de la vida. Me correspondió Chocó, Sur de Bolívar, Los Llanos y Caquetá, y con esa experiencia escribí otra novela que se llama “El rojo era el color de mamá”. Siguió el proceso de paz, escribí más sobre el conflicto, el libro se ganó el White Ravens de Alemania, luego fue recomendado Fundalectura. Tenía muchos viajes y compromisos y mis editores me decían es un momento histórico, estamos en un diálogo de paz, y me enviaron a Córdoba y allá conocí el fenómeno paramilitar; fueron meses allá yendo viniendo y así nació “Bajo la luna de mayo”, tercer libro de esta época de retratar el conflicto en Colombia, y fui finalista del premio Norma y después me llegó el premio IBBY y viajé a Grecia; a mí me dolía en el alma, pues era recibir un galardón, pero por una historia de guerra para los niños. No fue fácil y sentí que quería cambiar de tema”.

Así, como cuando el destino es quien dicta los caminos, llegó la pandemia y, con ella, la labor de escribir “El último viaje de Bashir”, una edición que lo tiene fascinado y agradecido. “Panamericana Editorial puso lo mejor en esta producción. La editora, la ilustración y desde la portada repujada, las dos portadas interiores que brillan como la capa del mago y el lanzamiento en la FILBO 2022, aunque se presentó primero en la virtualidad, han sido un regalo”, destaca.

“Las reuniones con los chicos han sido geniales porque quieren saber qué le pasó al mago e, incluso, me preguntan cómo hago para salir de Pitalito, donde todo debe ser chiquito, y yo sonrío y les cuento que allí hay aeropuerto y es un municipio que creció”, y con esa anécdota, finaliza el maestro y escritor Gerardo Meneses, quien aún disfruta la llegada del circo y la fantasía que lo acompaña.

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