Desde el título, Pilar Lozano nos invita a conocer y reconocer que tenemos muchas historias en el país que han pasado desapercibidas y que forman parte de la realidad de hombre, mujeres y, ante todo, niños que han crecido en una tierra de violencia, guerra y olvido, pero que son niños y jóvenes quienes le han apostado a la paz, a la esperanza, a no desfallecer, y nos dan una lección de vida.
Estos relatos, ilustrados y muy bien cuidados, no solo en la historia sino en el lenguaje, son el resultado de investigación y de escucha de cada uno de sus protagonistas.
Pilar Lozano nos dice, desde que presenta la obra, que quería “pintar con palabras ese mundo rural y olvidado donde tantos niños no tienen más opción que las armas”, y comparte el desafío que implicó “narrar para ustedes, los más pequeños, historias de verdad que solo había contado a los adultos que leen periódicos”.
Esta edición de Panamericana Editorial, con ilustraciones de Daniel Rabanal, reflejan las consecuencias del conflicto armado, pero a la vez, también muestran los rostros de la esperanza en cuatro grandes relatos.
Una de las características de cada historia es que nos adentra desde la misma geografía, que invita a recorrer sus espacios, donde las montañas, la selva o la llanura emergen como un paraíso en que los niños han tenido que ver cómo la guerrilla, el narcotráfico y los paramilitares, han invadido sus territorios, pero que ellos quieren preservar con cada acción. A través de cada relato se evidencia esa riqueza de la naturaleza que se potencia aún más, con la riqueza cultural de su gente.
En Toribío, Cauca, el centro está en el sesteadero, un colegio atrapado en las montañas, que logró atraer a los niños de botas y fusil a sus aulas, que no son las tradicionales donde se imparte teorías distantes, sino bajo el principio nasa Wetwet Fxinzenxi “lo que se haga debe llevar al buen vivir”.
En Granada, Antioquia, el punto de convergencia es la cancha de fútbol, donde crearon un juego para convivir en paz y bajo otras reglas creando el “Golombiao”.
En Belén de los Andaquíes, Caquetá, la creación proviene de la escuela audiovisual donde cada niño/joven realiza talleres para inventar historias que los ayuda a escribir nuevas historias de su pueblo.
Para finalizar, si se lee el libro en orden, aunque cada historia es independiente, está la historia en Istmina, Chocó, en la cual se destaca el plan de “promotores de lectura” con los libros que “salen desamarrados” por veredas, calles y demás lugares para cambiar vidas.
En menos de 50 páginas, hay una profundidad de historias que valen la pena leer y comentar, no solo en los salones de clases, sino con amigos y en el hogar, y así dar visibilidad a esos rincones de Colombia.
